Adiós, Aélis. Hola, Berenguela
El 30 de marzo de 1191, tras años de secretos a duras penas velados, Ricardo 'Corazón de León' veía cómo uno de sus proyectos más complejo y deseado comenzaba, finalmente, a hacerse realidad. Esa tarde, de la mano de su madre, Leonor de Aquitania, recibía en el campamento cruzado de Sicilia a Berenguela de Navarra, la mujer que había elegido como esposa y que, según el juglar-poeta normando Ambrosio, amaba desde hacía tiempo.
[Ricardo] cruzando el [estrecho de] Faro, fue directo a Reggio, pues había recibido noticias de que su madre había llegado llevándole al rey a su amiga. Era una doncella sensata, y gentil, honesta y bella, sin falsedad ni perfidia; se llamaba Berenguela; el rey de Navarra era su padre. Él la entregó a la madre de Ricardo, quien se ocupó de llevarla hasta allí. Pronto obtuvo nombre de reina. El rey la había amado mucho: desde cuando era conde de Poitiers la había deseado. Hizo que llevaran a Mesina a su madre, a ella y a sus doncellas. A su madre le manifestó su alegría, y ella a él le habló sin reservas. Se quedó con él la joven a quien amaba, y su madre se marchó para guardar el país que él había dejado...
Pero la felicidad de Ricardo tenía, además, otro motivo: apenas unos días antes había conseguido que Felipe Augusto le liberara de su compromiso matrimonial con Aélis de Francia a un coste político y económico muy inferior al que había temido. Un paso en falso dado por el francés le había brindado la oportunidad de plantear la cuestión desde una posición ventajosa y, astutamente, Ricardo no dejó pasar la oportunidad.
El compromiso de Ricardo y Aélis fue formalizado por sus respectivos padres, Enrique II y Luis VII, en el tratado de Montmirail del 6 de enero de 1169; un convenio que ponía fin a uno de los muchos conflictos territoriales que continuamente les enfrentaron. Ricardo contaba 11 años y Aélis 8. De acuerdo con la costumbre, la princesa fue entregada a Enrique II para que la custodiara como garantía del compromiso hasta que alcanzara la nubilidad. Sin embargo, ocho años más tarde, Aélis hacía tiempo que ya era mujer y la boda seguía sin celebrarse.
Esta circunstancia fue denunciada por Luis VII a raíz de un nuevo conflicto surgido entre él y Enrique II en junio de 1177. La actitud del rey de Inglaterra resultaba sospechosa y ya circulaban rumores de que había aprovechado la custodia de Aélis para hacer de ella su concubina.
[Aélis] había sido confiada, con toda buena fe, por su piadosísimo padre, a la custodia del rey de Inglaterra, para ser entregada en matrimonio a su hijo Ricardo, conde de Poitiers... Se decía, en efecto, (y la cosa se convirtió en rumor público, porque ninguna de las cosas que se refieren a la verdad pueden ser por completo reducidas a la nada), que... [Enrique II] había también, con un impudor y una infidelidad excesivos, deshonrado a la joven virgen, hija de su señor, que le había sido entregada con toda serenidad y confianza.
Temiéndose lo peor, Luis VII había solicitado previamente el amparo del papa a través de su legado en Francia, el cardenal Pedro de San Crisógono. La respuesta de Alejandro III, ordenando a éste que toda Normandía y todas las tierras del rey de Inglaterra a ambos lados del mar, fueran puestas bajo interdicto, a menos que él permitiera a su hijo Ricardo... casarse con Aélis, fue todo un respaldo para la causa del rey de Francia. Así las cosas, Enrique II no tuvo más opción que tomar en serio la denuncia de Luis VII y buscar una salida a su situación. Las negociaciones emprendidas por los dos reyes dieron su fruto el 21 de septiembre con un nuevo acuerdo en el que, entre otras cuestiones, Enrique II prometía que la boda se celebraría en un futuro próximo. Con esta calculada ambigüedad, el rey de Inglaterra conseguía zafarse de la presión eclesial, a la vez que mantener a Aélis bajo su sospechosa tutela hasta la llegada de una fecha que no tenía intención de precisar. Este nuevo incumplimiento no volvió a ser objeto de discusión hasta seis años más tarde, después de que dos muertes ocurridas entre tanto hubieran cambiado significativamente el escenario político de ambos reinos.
La primera de estas muertes fue la de Luis VII el 18 de septiembre de 1180, tras no superar una parálisis que le aquejaba desde hace un año. Le sucedía en el trono francés su único hijo, Felipe II Augusto, que a pesar de su juventud –apenas contaba 15 años- muy pronto se mostró más decidido, astuto y temible que su padre. La segunda de las muertes fue la del hijo mayor de Enrique II, Enrique ‘el Joven’, acaecida en Martel el 11 de junio de 1183. De esta inesperada forma, Ricardo, que ya había recibido formalmente de su madre Aquitania y Poitou, se convertía también en el legítimo heredero de las coronas de Inglaterra, Normandía y Anjou. Pero esta realidad no fue del agrado ni de sus hermanos ni de su padre, y las hostilidades familiares se reanudaron. Por un lado, Godofredo reclamaba que Anjou le fuera añadida a la Bretaña ya recibida y, por otro, Enrique II comenzaba a replantearse la situación de su hijo menor, Juan, el apodado ‘Sin Tierra’ por haber quedado fuera del reparto decidido en torno a la paz de Montmirail de 1169. Esto último se reflejaría seis meses después en el acuerdo alcanzado con Felipe Augusto para resolver la viudedad de Margarita.
Según lo establecido en su momento, la dote aportada por ella al matrimonio con Enrique ‘el Joven’ constituiría también su viudedad. Sin embargo, muerto éste, Enrique II se mostraba reacio a devolver a Francia el castillo de Gisors. La reclamación de Felipe Augusto no se hizo esperar y el rey de Inglaterra se vió obligado a tratar la cuestión directamente con él. Tras el encuentro mantenido por ambos cerca de Trie el 6 de diciembre de 1183, Felipe Augusto aceptaba que Enrique II se quedara con Gisors a cambio de una pensión anual para su hermanastra, pero con una condición: que luego fuera entregado a aquél de sus hijos que se casara con Aélis. Y en aquellos momentos, estos sólo podían ser Ricardo ‘Corazón de León’ o Juan ‘Sin Tierra’.
[Ricardo] cruzando el [estrecho de] Faro, fue directo a Reggio, pues había recibido noticias de que su madre había llegado llevándole al rey a su amiga. Era una doncella sensata, y gentil, honesta y bella, sin falsedad ni perfidia; se llamaba Berenguela; el rey de Navarra era su padre. Él la entregó a la madre de Ricardo, quien se ocupó de llevarla hasta allí. Pronto obtuvo nombre de reina. El rey la había amado mucho: desde cuando era conde de Poitiers la había deseado. Hizo que llevaran a Mesina a su madre, a ella y a sus doncellas. A su madre le manifestó su alegría, y ella a él le habló sin reservas. Se quedó con él la joven a quien amaba, y su madre se marchó para guardar el país que él había dejado...
Pero la felicidad de Ricardo tenía, además, otro motivo: apenas unos días antes había conseguido que Felipe Augusto le liberara de su compromiso matrimonial con Aélis de Francia a un coste político y económico muy inferior al que había temido. Un paso en falso dado por el francés le había brindado la oportunidad de plantear la cuestión desde una posición ventajosa y, astutamente, Ricardo no dejó pasar la oportunidad.
Pelipe Augusto y su ejército embarcan hacia Acre. Pocas horas antes de la llegada de Leonor y Berenguela, Ricardo había acompañado a Felipe Augusto hasta la salida del puerto, ya que el francés había decidido adelantar su partida hacia Tierra Santa para no encontrarse con ellas.
El compromiso de Ricardo y Aélis fue formalizado por sus respectivos padres, Enrique II y Luis VII, en el tratado de Montmirail del 6 de enero de 1169; un convenio que ponía fin a uno de los muchos conflictos territoriales que continuamente les enfrentaron. Ricardo contaba 11 años y Aélis 8. De acuerdo con la costumbre, la princesa fue entregada a Enrique II para que la custodiara como garantía del compromiso hasta que alcanzara la nubilidad. Sin embargo, ocho años más tarde, Aélis hacía tiempo que ya era mujer y la boda seguía sin celebrarse.
Efigie tumbal de Constanza de Castilla. Abadía de San Denís. Al igual que Leonor, Constanza de Castilla sólo le dió a Luis VII dos hijas: Margarita y Aélis (también referida en las crónicas como Alicia, Adela o Adelaida). Tras traer al mundo a esta última, el 4 de octubre de 1160, falleció de posparto. Constanza era hermana de Sancha, la madre de Berenguela.
Esta circunstancia fue denunciada por Luis VII a raíz de un nuevo conflicto surgido entre él y Enrique II en junio de 1177. La actitud del rey de Inglaterra resultaba sospechosa y ya circulaban rumores de que había aprovechado la custodia de Aélis para hacer de ella su concubina.
[Aélis] había sido confiada, con toda buena fe, por su piadosísimo padre, a la custodia del rey de Inglaterra, para ser entregada en matrimonio a su hijo Ricardo, conde de Poitiers... Se decía, en efecto, (y la cosa se convirtió en rumor público, porque ninguna de las cosas que se refieren a la verdad pueden ser por completo reducidas a la nada), que... [Enrique II] había también, con un impudor y una infidelidad excesivos, deshonrado a la joven virgen, hija de su señor, que le había sido entregada con toda serenidad y confianza.
Temiéndose lo peor, Luis VII había solicitado previamente el amparo del papa a través de su legado en Francia, el cardenal Pedro de San Crisógono. La respuesta de Alejandro III, ordenando a éste que toda Normandía y todas las tierras del rey de Inglaterra a ambos lados del mar, fueran puestas bajo interdicto, a menos que él permitiera a su hijo Ricardo... casarse con Aélis, fue todo un respaldo para la causa del rey de Francia. Así las cosas, Enrique II no tuvo más opción que tomar en serio la denuncia de Luis VII y buscar una salida a su situación. Las negociaciones emprendidas por los dos reyes dieron su fruto el 21 de septiembre con un nuevo acuerdo en el que, entre otras cuestiones, Enrique II prometía que la boda se celebraría en un futuro próximo. Con esta calculada ambigüedad, el rey de Inglaterra conseguía zafarse de la presión eclesial, a la vez que mantener a Aélis bajo su sospechosa tutela hasta la llegada de una fecha que no tenía intención de precisar. Este nuevo incumplimiento no volvió a ser objeto de discusión hasta seis años más tarde, después de que dos muertes ocurridas entre tanto hubieran cambiado significativamente el escenario político de ambos reinos.
Política matrimonial entre Francia e Inglaterra. Antes que Ricardo y Aélis, sus respectivos hermanos mayores, Enrique 'el Joven' y Margarita, también fueron comprometidos matrimonialmente. Esta vez la boda sí se celebró. Fue en Neoburgo, el 2 de noviembre de 1160. Debido a la corta edad de los novios -a él le faltaban tres meses para cumplir 6 años y a ella apenas unos días para cumplir 3-, fue necesario obtener una dispensa papal.
Castillo de Gisors. Su control resultaba vital para garantizar las comunicaciones de Normandía, tanto para defenderla como para atacarla. Fue, junto a otros castillos del Vexin normando, parte de la dote aportada por Margarita a su matrimonio con Enrique 'el Joven'.
La primera de estas muertes fue la de Luis VII el 18 de septiembre de 1180, tras no superar una parálisis que le aquejaba desde hace un año. Le sucedía en el trono francés su único hijo, Felipe II Augusto, que a pesar de su juventud –apenas contaba 15 años- muy pronto se mostró más decidido, astuto y temible que su padre. La segunda de las muertes fue la del hijo mayor de Enrique II, Enrique ‘el Joven’, acaecida en Martel el 11 de junio de 1183. De esta inesperada forma, Ricardo, que ya había recibido formalmente de su madre Aquitania y Poitou, se convertía también en el legítimo heredero de las coronas de Inglaterra, Normandía y Anjou. Pero esta realidad no fue del agrado ni de sus hermanos ni de su padre, y las hostilidades familiares se reanudaron. Por un lado, Godofredo reclamaba que Anjou le fuera añadida a la Bretaña ya recibida y, por otro, Enrique II comenzaba a replantearse la situación de su hijo menor, Juan, el apodado ‘Sin Tierra’ por haber quedado fuera del reparto decidido en torno a la paz de Montmirail de 1169. Esto último se reflejaría seis meses después en el acuerdo alcanzado con Felipe Augusto para resolver la viudedad de Margarita.
Según lo establecido en su momento, la dote aportada por ella al matrimonio con Enrique ‘el Joven’ constituiría también su viudedad. Sin embargo, muerto éste, Enrique II se mostraba reacio a devolver a Francia el castillo de Gisors. La reclamación de Felipe Augusto no se hizo esperar y el rey de Inglaterra se vió obligado a tratar la cuestión directamente con él. Tras el encuentro mantenido por ambos cerca de Trie el 6 de diciembre de 1183, Felipe Augusto aceptaba que Enrique II se quedara con Gisors a cambio de una pensión anual para su hermanastra, pero con una condición: que luego fuera entregado a aquél de sus hijos que se casara con Aélis. Y en aquellos momentos, estos sólo podían ser Ricardo ‘Corazón de León’ o Juan ‘Sin Tierra’.
Efigie tumbal de Enrique el Joven, Catedral de Ruán. Aunque el 14 de junio de 1170 fue coronado rey de Inglaterra en Westminster, su padre nunca le cedió el poder político. En 1183, celoso de Ricardo, tomaba el partido de los nobles sublevados contra su hermano. A pesar de su éxito inicial, muy pronto se quedó sin dinero para continuar su revuelta. Tras saquear el tesoro del santuario de Rocamadour, Enrique enfermaba de disentería. Moría poco después en la vecina Martel.
2 comentarios:
Hermano contra hermano, padre contra hijo, tutor beneficiandose a su pupila...
Derechos de sucesión que se adquieren tras la muerte del legítimo heredero, y la iglesia por el medio. Ah, y todo con las cruzadas de fondo.
La verdad es que la vida de Ricardo fué bastante amena.
Pues sí. La verdad es que la cosa da para mucho. Vamos, que hasta se podría hacer un culebrón de TV al estilo de "Los Tudor". El título, por supuesto, sería "Los Plantagenet". Lo que no sé es si la gente estaría preparada para semejante sucesión de "escándalos".
Siento no haber leído antes tu mensaje.
Publicar un comentario